"Por un proyecto en el que los indios
sean protagonistas de su cultura"
Libertad Mora Martínez
Recientemente la capital poblana fue anfitriona de la
segunda Feria Nacional de Pueblos Mágicos. Como se sobreentiende, el propósito
del programa federal es fomentar en dichos pueblos el turismo a partir de la
promoción de sus atractivos naturales, su patrimonio cultural y su legado
histórico resguardo por ellos durante siglos. Deberíamos celebrar la derrama
económica que promete el turismo y aplaudir el “reconocimiento” de la propuesta
gubernamental que busca destacar y difundir aquellos elementos que caracterizan
el patrimonio local. Hay, sin embargo, serios inconvenientes en el programa que
es necesario discutir. En algunos casos, el reconocimiento oficial se sostiene
sobre una base errada. Quiero decir, de espaldas a los verdaderos portadores y
creadores de ese conjunto de signos que hacen a dichos pueblos “mágicos”: los
indios.
Atraer turismo e inversiones de capital externos termina
privilegiando solo a unos cuantos. Podemos deducir entonces que el programa
resulta ventajoso para unos pocos a costa del resto de la población. La
promoción es inequitativa, por lo demás, en muchos casos se resalta lo étnico y
tradicional como mero adjetivo, pues quienes lo hacen u ostentan son ajenos a
los procesos de las culturas locales, cuando no de plano enemigos (véase por
ejemplo, el caso de los otomíes con mestizos de Pahuatlán).
Además de que el programa tiene la lamentable impronta
del control tutelar o paternalista, evidente en la campaña que promete beneficios
para los “lugareños mágicos”. El programa se afinca en la creencia de que la
construcción de infraestructura llevará consigo, como por arte de magia, la
revaloración de la identidad étnica y/o el fortalecimiento del sentimiento de
pertenencia comunitaria. Nada más equivocado. Todo eso no puede surgir de un
programa turístico como el de Pueblos Mágicos, sino de un proceso colectivo con
raíces locales al que (entonces sí) se puede sumar un programa de gobierno,
pero supeditado a la dinámica local. Los habitantes de los pueblos no requieren
de una programa federal para reconocer su propio patrimonio.
Casos destacables, como el de la Unión de Cooperativas
Tosepan Titataniske en el Totonacapan poblano, demuestran que dichas propuestas
son posibles y viables.
En contraste, y en franco desafío a la experiencia
cuetzalteca, el programa promueve el arribo intrusivo de algunos sectores que
llegan a los municipios para ofrecer servicios de turismo cultural, etnoturismo
y ecoturismo. La vieja idea de museificación de lo étnico y tradicional se
reproduce en las cabeceras municipales, en los sitios en donde se ubican los
restaurantes, hoteles, galerías e infraestructura urbana para la gente con
poder adquisitivo. Ahí en donde incluso se niega la entrada a los indígenas que
pretenden vender sus artesanías o productos agrícolas. Los indígenas y la
riqueza de su patrimonio son requeridos solo para aderecer el anuncio
televisivo. Ahí sí se les exalta, se pondera su gastronomía, sus conocimientos
tradicionales, sus danzas, sus mitos, sus artesanías, sus textiles. Todo debidamente
escenificado y vuelto mercancía, solo que para cuando la televisión se va, los
indios reales se queden de nuevo afuera: afuera del negocio de los
privilegiados y afuera del restaurante del cual es dueño el mestizo.
Destaquemos, pues, que el problema no es el turismo,
mucho menos la difusión de los pueblos. La crítica se enfoca a la manera sesgada
en cómo se lleva a cabo un programa que bien planeado, en el que los indios
sean los verdaderos protagonistas de su cultura, puede redundar en lo que
pregona su publicidad.
¿Entonces de qué reconocimiento estamos hablando?
Preservar y difundir, muy bien. Pero ¿a partir de qué elementos? Es necesario
evitar la teatralización de los pueblos, la distorsión de sus culturas, la
discriminación de sus portadores y la exclusión de la comunidad, así como la
mercantilización a rajatabla de su bienes patrimoniales.
http://issuu.com/mbixi/docs/2015_jornada
Un hombre nahua cuetzalteco afirmaba: “Nuestro pueblo
siempre ha sido mágico, hemos mantenido nuestra cultura y tradiciones mucho
antes del programa”. Si el programa Pueblos Mágicos no aprende esa lección
seguirá siendo una expresión más de discriminación y exclusión, y terminarán
ensanchando la brecha que separa a mestizos e indios.
*Doctorante por la ENAH-INAH
Socia en PIRED AC